Sonaba la voz ronca de Amaia Montero en la radio del coche. El disco, que apenas si tenía un par de meses, estaba ya a medio estropear. Mi minidisc me acompañaba a todas partes y en esa edad en que la música es más importante que respirar aún no se habían inventado los Mp3.
Los auriculares se clavaban en mis oídos durante tantas horas que, a veces, no podía dormir del dolor. Mientras, en mi cabeza sonaba una canción que derramó tantas lágrimas por mis mejillas que apenas si soy capaz de recordarlo.
Cuando conocí al compositor de la letra me contó que su abuelo había muerto cuando era muy pequeño. Que, a veces, soñaba con que él y siempre se despertaba feliz. Yo nunca pude entender aquello. Nunca he comprendido el amor. Suena rimbombante y de mujer fatal, pero es cierto. No sé querer a nadie que no sea yo misma.
Ahora, querido lector, estarás pensando que soy una zorra sin vida, sin historia, sin pasado y, desde luego, sin un futuro que me haga feliz. Sin hijos a los que arropar, sin esposo al que llorar ni familia que me cuide cuando los pechos me lleguen a las ingles y, éstas mismas, lleven años sin uso y disfrute.
Pero me congratula decirte lo equivocado que estás. Mientras tú te preocupas por el bienestar de algunas personas (la cantidad varía en función de lo que consideras familia o felicidad) yo, simplemente, disfruto el momento. Mientras tú piensas en tu futuro acomodado y en comportarte como lo debe hacer un caballero (o una dama, nunca se sabe a quién ha podido llegar este papel) yo, simplemente, decido hacer lo que me viene en gana.
Tampoco he ganado. No es cuestión de quién pierde o de quién sale mejor parado, eso son tonterías. Lo único que importa en una situación como esta es dejar claro que no hay nada que sienta que no puedo hacer o decir. Y eso es, simplemente, gracias a la ausencia de la decepción.
No quiero alargarme más. No quiero que mi voz resuene en tu cabeza demasiado tiempo. Estoy segura de que me has imaginado como una mujer delgada pero cuvilínea. Vestida de color negro y con un cabello por encima de los hombros. Estoy segura de que no reconocerías a tu propia voz interior ni aunque me tuvieras delante.
Luego me quito los auriculares, intento dormir y dejo de tener quince años.
Reto Ray Bradbury Semana XIII
Muy bueno;)
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias :=)
Me gustaMe gusta