Siguiendo la trama de la novela a la que estaba tan enganchada, Dora se sentó a ver su serie. Ella decía que no era un culebrón ya que no tenía manufactura latinoamericana sino de los Estados Unidos. Era profesora de matemáticas en un colegio.
-Pero ¿y eso qué más da, Dora? –preguntaba su marido sin comprender la diferencia social entre ver Anatomía de Grey y La usurpadora.
David, el marido de Dora, no entendía hasta qué punto se podía minar la confianza de una persona para que no admitiera algo que le gustaba por el simple hecho de ser juzgado por los demás. Y eso que él leía el compraba religiosamente el Hola cada miércoles en el kiosko.
-Toma cariño, aquí lo tienes –decía colocándolo sobre la mesita del salón cada semana. Dora ya ni le miraba, aquella revista era para él y ambos lo sabían pero miraban para otro lado.
Curiosamente, y aunque ambos sufrían el yugo de los estereotipos y la vergüenza social sobre ellos, cuando Alicia, la hija mayor, ponía Hombres, Mujeres y Viceversa en la televisión, ambos miraban hacia otro lado y se reían de ella.
Alicia, a quien entretenía ver un programa tan menospreciado en la sociedad, era capaz de compararlo con los Concursos de Novias a los que sometían a los futuros Zares en la Rusia pre URSS. Probablemente, ninguna de las personas que tenía a su alrededor sabía qué era esto, pero claro es que Alicia era una doctorando en Estudios Rusos y preparaba una tesis sobre la relación entre los Zares en el siglo XVI y la monarquía europea de la misma época.
Ella, que se atiborraba a chucherías y tenía una tableta de chocolate blanco en su mesita de noche pero no gastaba más de una 38 también tenía sus prejuicios aunque, curiosamente, no se daba cuenta. Elena, la hermana pequeña, había heredado la constitución de su madre y le engordaba hasta el aire.
-No es que no haga deporte y dieta, doctor –decía su madre hablándole al médico, que no tenía ningún tipo de doctorado, pero a quien jamás se le habría ocurrido llamar así a su propia hija-, no entiendo qué le pasa.
La preocupación de la familia pareció reducirse cuando Elena se echó novio, asumiendo que si había sido capaz de encontrar pareja con el culo gordo ya no le pasaba nada. Pero claro él era un chico muy delgado y esperaban que en cualquier momento el sobrepeso de la chica provocase que él la dejara.
Y, sin embargo, ninguno de ellos se daba cuenta de la superioridad que sentía hacia los demás y de la soberbia que demostraba tal vergonzoso comportamiento.
Reto Ray Bradbury Semana IX
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