Reseña de Carlos Cortés


Reseña de la novela La gelba por Carlos Cortés
Reseña de la novela La gelba por Carlos Cortés

Este es un momento que llega en la vida de todo escritor: el de su primera reseña. No podría estar más de acuerdo en sus palabras (sí, incluso en las que no me dejan del todo bien) sobre La gelba.

Muchas gracias por tus palabras, Carlos.

«Aunque parezca mentira, a veces cuesta diferenciar lo que uno quiere hacer de lo que debe. La presión social, familiar y personal obligan a hacer cosas que puede que no sean las que de verdad quieres hacer, y eso siempre pasa factura, para bien o para mal. Una premisa tan real y cotidiana es la que envuelve al mundo de Gelba de Gellken, la absoluta protagonista de la primera novela de Adriana Tejada Cuadrado, La gelba.

Pese a vivir en el apogeo de la cultura nórdica, que hacía que fuera inmensamente más madura que personas de su edad en diferentes épocas, Gelba de Gellken se mueve en ese momento en el que ni es niña ni mujer. Eso no evita las dudas en su interior, ni la rebeldía propia de la juventud.

Gelba es una princesa, llamada así en honor a una legendaria flor con poderes curativos que se cree extinta. Sus preocupaciones cotidianas son olvidadas por una misión en tierras lejanas que le encomienda su padre, el rey, junto a un desconocido. No desobedece a su padre, pues parte inmediatamente aunque con cierta reticencia por las circunstancias.

Hasta aquí, cumple fielmente con la idea de aventura; protagonistas que emprenden su camino en pos de una búsqueda, de un hallazgo que resulte en una revolución para ellos mismos y el mundo que conocen. Pero es al comienzo de este segundo acto cuando los detalles que hacen de La Gelba una obra diferente empiezan a aflorar.

En primer lugar, el ritmo. Puede sonar a tópico, pero tiene un ritmo peculiar y que nos recuerda algo tan necesario como que una importante parte de cualquier viaje son las esperas. Esperar a enemigos, esperar a amigos, esperar porque el medio de transporte es más lento de lo que uno desearía… Esas son las esperas a las que cualquier viajero se enfrenta, y que muchos autores temen plasmar ya que corren el riesgo de aburrir al lector. Adriana no sólo ha pasado por encima de ese miedo, sino que ha sabido explicar esos momentos aportando, además un personaje tan redondo como Gelba. Gracias a esas esperas, conocemos más sobre ella y sobre lo que se le pasa por la cabeza. Sabemos así, que aunque Gelba disfruta yendo de aventuras, planea convertirse en esposa y madre en un futuro cercano. Su forma de ser y su determinación nos hace dudar de que esto sea lo que ella realmente quiere, y de que no se trate de una convención propia de su época y cultura. No quiere decepcionar a su familia, y le da vueltas constantemente a la idea de ser madre. Es un pensamiento que puede darse en cualquier persona de cualquier época, pero la autora ha sabido adaptarlo a la situación personal y social de Gelba, que no olvidemos, es la hija de un rey.

Estas esperas tampoco anulan la acción propia de una aventura de estas características, y encaja perfectamente dentro del ritmo propuesto para el viaje. La dosificación entre momentos es clave, y Adriana consigue así no caer en la tentación del relleno con capítulos descriptivos en los que no se cuentan nada, que abundan bastante en otros libros del género.

Quizás esa huida del relleno haya mermado un poco el potencial de la historia, sobre todo en la evolución de personajes secundarios. Hay personajes interesantes, como Stian, el nuevo compañero desconocido de Gelba, o la prima de la protagonista, que merecían un trasfondo más intenso. Lo mismo puede decirse de la mitología propia de la novela, que aunque resulta interesante, flaquea por falta de detalles. La autora pretende no aburrir al lector (objetivo que cumple), cosa que es de agradecer, pero no por ello debe pensar que las tramas se acumularán. Mientras existan nexos comunes en la obra, las diferentes tramas no se perderán nunca, ya que todas serán como ramas unidas al árbol Yggdrasil; independientes, fuertes, y atractivas. Como Gelba.

Por suerte para todos, el final es abierto y da pie a continuaciones. Adriana tendrá así tiempo para mejorar y hacer de la historia algo aún más grande. Porque, y no nos engañemos, el primer libro de un escritor es siempre el peor. Y este es ya un muy buen libro.

Que Odín nos proteja de la conquista de Gelba de Gelkken.»

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