Queridos Corintios


– Muy poca gente lo sabe, pero la imagen del sacerdote en una boda es puramente figurativa. Simbólica, trambólica, especulativa. Vamos, que yo misma os podría casa si quisiera. Pero no quiero cari, no quiero. Es que no es lo mío.

– Vale, sí, pero ¿vas a venir o no? Que llevamos aquí ya veinte minutos y todavía no me has respondido.

– Que no tía, que no.

– Por favor, me haría muchísima ilusión. Llevo meses suplicando. Di que sí.

Rocío se queda callada, pensativa. No debe pero la insistencia de su amiga la hace reblandecerse. Asiente poco a poco, sabiendo de su mala decisión.

– Bueno, venga, va que sí.

Seis meses después, Rocío se encuentra (des)ubicada en el banco de los testigos en la Iglesia de la Santa Cruz, en su barrio de toda la vida.

Llegó a la Iglesia con un bolso minúsculo, si bolsa para las bailarinas, como quien sabe que no se quedará hasta tarde.

– Joder

– Sh…

Escucha que la mandan callar desde el asiento de la esquina, el del hermano de la novia. Se levanta con cuidado y se dispone a leer la que parece ser la única lectura posible en las bodas religiosas:

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios

Hermanos: 

(Mira a los asistentes)

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor.

(Le guiña un ojo a Bea)

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo

amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

(Pone los ojos en blanco)

Ya podría tener el don de predicción y conocer todos los secretos y todo el

saber; podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy

nada.

(Asiente, a medias. La novia sonríe)

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si

no tengo amor, de nada me sirve.

(Mira a los novios)

El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no

presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del

mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

(Se ríe a medias, continúa)

Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.

(Hace una pausa no pretendida)

El amor no pasa nunca.

(Se dispone a bajar cuando se da cuenta de que le falta el final)

Palabra de Dios.

 

Su madre, sentada unos asientos más atrás, se emociona y hace el amago de aplaudir cuando acaba. Durante el resto de la ceremonia lo pasa en silencio, mirando al suelo, pensando en sus cosas.

Cuando acaba el acto, y tras la firma, da la enhorabuena a los novios y se escabulle en cuanto puede.

Las últimas palabras que les dijo antes de salir fueron:

– No sabes la suerte que tienes.

Pero nadie se enteraría jamás de por quién ni en qué sentido las dijo.

 

Reto Ray Bradbury Semana V

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