Él no me mira tanto como a mí me gustaría. Es un hombre muy serio, chapado a la antigua. Cuando nos cruzamos en el pasillo agacha la cabeza y sonríe forzadamente. Me abre la puerta, me da los buenos días cuando llega por la mañana. Es un tío muy educado.
Pocos saben lo que piensa de verdad, lo que le pasa por la cabeza, pero a mí me cuenta sus intimidades, tenemos confianza. En la oficina se ríen de él, llega tarde constantemente y han estado a punto despedirlo. Desde que parece un niño grande hasta que es maricón, hay para todos los gustos.
Compartimos mesa y una vez se confundió de maletín del ordenador. Ese día entablamos relación, y cada vez que me pasa a mí también. A veces, me equivoco queriendo sólo para que él me llame después, y creo que él también.
Un día me llevé sus llaves a casa. Le llamé corriendo y fue cuando me dijo que le había abierto su mujer, mientras yo me ponía el corsé de cuero negro que guardo para ocasiones especiales, y me lo quité sobre la marcha.
Ayer le seguí a su casa. Me dijo que le dolía mucho el brazo derecho al salir e hice lo que cualquier buena compañera de trabajo habría hecho: asegurarse de que no le pasaba nada.
– El truco, Elena –recuerdo haber escuchado a mi madre decir eso cuando seguíamos a mi padre y su amante, de madrugada-, es dejar dos coches de distancia.
Cuando le dejé en casa se encontraba bien, pero creo que debería descansar. Antes de volver le he pinchado las ruedas del coche, para que se tome un día libre. Las del coche de su mujer también, una esposa debe cuidar de su marido si está enfermo.
Me desperté temprano y fui a llevarle caldo de pollo. Aún dormían. En el despertador de su mesita de noche quedaban cuatro minutos antes de que sonase la alarma, pero le quité las pilas: necesitan descansar. Duermen en partes opuestas de la cama, y según los test de Cosmopolitan eso significa que ya no se quieren.
Aún no tienen hijos, ella trabaja mucho y les está costando. David quiere tenerlos pronto, me lo ha dicho muchas veces. Duerme con la boca abierta, Tania, así que cuando la rocío con cloroformo es mucho más rápido. Le tapo los ojos a David, lo ato al cabecero de la cama. Es mucho más sencillo desde que han cambiado el cabecero. Le acaricio suavemente el pene hasta que comienza a ponerse erecto. Comienza a sonreír poco a poco pero sigue dormido. Después le duermo a él también.
Luego le monto. A veces hago ruido, a veces tengo un orgasmo, pero normalmente es algo rutinario. Concebir un hijo ya es algo lo suficientemente maravilloso como para tener que obtener placer además.
Cuando acabo le desato y les vuelvo a poner el despertador, para dos horas después. Al salir echo la viagra en polvo en el termo de café de él y las anticonceptivas en el de ella. Limpio la cocina (que anoche debieron ponerse creativos porque hay salsa hasta en la pared) y salgo con cuidado.
Reto Ray Bradbury Semana I
Lo he leído y me ha dejado noqueada…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Por cierto, ¿qué es eso del reto Ray Bradbury? 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Te cuento Lidia:
Se llama así a escribir un relato a la semana en la búsqueda de que, al menos uno sea bueno. Bradbury decía (al parecer, yo no lo escuché nunca personalmente) que no se pueden escribir 52 relatos seguidos malos.
Es una excusa para obligarte a hacer un relato a la semana, pero creo que merece la pena.
¿Te apuntas?
Me gustaMe gusta